Hace unos años, cuando Zakaria se puso la mochila por primera vez y llamó a la puerta de un cliente con su primer pedido, supo que su día a día nunca sería aburrido. El ir y venir en el ajetreo de la ciudad, entre restaurantes, supermercados, oficinas y edificios de apartamentos, le acerca a la realidad de las personas. Es un espejo de la sociedad de su ciudad. Un día, mientras completaba un pedido, vivió un momento que nunca olvidará.
«Estaba terminando la entrega y en el camino de regreso, vi una pequeña bolsa en la calle que me llamó la atención. Se trataba de un bolso con dinero, tarjetas bancarias y un documento de identidad».
Zakaria no quería pensar en la conmoción que debía haber sentido la mujer al percatarse de que había perdido el bolso. Sin pensárselo dos veces, se dispuso a encontrar a la dueña.
«Miré el documento de identidad para averiguar la dirección, que estaba cerca de donde encontré el bolso. Todavía ataviado con el equipo Glovo, me dirigí a la dirección y llamé a la puerta».
La mujer se sorprendió al ver a un repartidor y, con firmeza, dijo que no había pedido nada. Cuando Zakaria sacó el bolso, no pudo evitar sonreír al ver el alivio en su rostro. Después de comprobar que era la persona del documento de identidad, le entregó el bolso y la mujer lo cogió con gratitud y emoción.
«Me sentí bien por haber logrado un impacto tan grande con un gesto pequeño. Me enorgullece haber contribuido a demostrar que los repartidores somos personas honestas».
El valor requiere sobre todo una cosa: valentía; valentía para enfrentarse a una situación difícil. Estamos orgullosos de contar con repartidores dispuestos a ayudar a su comunidad en lo que pueden. Gracias Youssef, Vasilije y Zakaria. Gracias a todos los repartidores que actúan y no miran hacia otro lado.